El Simulacro Nacional 2025: Claudia Sheinbaum y una nueva era en la gestión de riesgos

Este 19 de septiembre, en punto de las 12 del día, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo encabezó el Segundo Simulacro Nacional 2025 desde Palacio Nacional, marcando un momento clave en nuestra relación colectiva con la memoria y la prevención ante desastres. La hipótesis: un sismo de 8.1 grados con epicentro en Lázaro Cárdenas, Michoacán, un escenario que evoca los temblores que han marcado la historia reciente de México.

Más allá del acto simbólico y protocolario, el simulacro de este año destaca por una novedad tecnológica: por primera vez, el sistema de alerta sísmica fue activado a nivel nacional a través de la red de telefonía celular. Este avance busca cerrar la brecha en el acceso a la información en tiempo real, una demanda urgente en una sociedad que sigue exigiendo justicia y protección frente a la desigualdad y el abandono institucional que suelen evidenciarse tras los desastres naturales.

La jornada inició con un acto de memoria: la bandera mexicana fue izada a media asta en el Zócalo, recordando a las víctimas de los sismos del 19 de septiembre de 1985 y 2017. Este gesto, lejos de ser solo un ritual, nos convoca a no olvidar las consecuencias de la negligencia y la falta de políticas urbanas justas, pero también a reconocer la fuerza de la organización social y la solidaridad que emergen en los peores momentos.

El contexto importa:
– El acceso universal a la alerta sísmica no es un lujo, sino un derecho colectivo.
– Los Millennials, quienes crecieron entre los relatos del 85 y vivieron en carne propia el 2017, han sido protagonistas en la exigencia de mejores políticas de protección civil y transparencia en la reconstrucción.
– La incorporación de tecnología en la gestión de riesgos debe ir acompañada de educación, inversión pública y vigilancia ciudadana para garantizar que, ante la emergencia, nadie quede fuera.

Este simulacro es más que una rutina anual: es un recordatorio de que la seguridad y la vida digna no deben depender de la suerte ni de la capacidad individual de respuesta, sino de una política pública orientada a la justicia social y el bienestar común. Porque en la memoria y la prevención, la colectividad encuentra su fuerza.

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